El Convento de Santa Catalina es reconocido mundialmente como una obra maestra de la arquitectura colonial. El monasterio alberga muchas habitaciones complejas, hermosas plazas, fuentes ornamentadas y sinuosas calles empedradas. Como una de las atracciones más populares de Arequipa, no se la puede perder durante su visita. Esta gran obra de la arquitectura colonial fue un convento de clausura que data del siglo XVI, esta enorme estructura abarca más de 20.000 km2 que puedes explorar. Si bien el monasterio una vez albergó a aproximadamente 450 personas (tanto monjas como sirvientes), ahora solo hay aproximadamente 20 monjas viviendo en la esquina norte del edificio.
Catalina de Siena es la santa a la que está consagrado este convento. Aquí, el silencio ha encontrado su voz en los colores brillantes de las paredes del convento y los pasillos empedrados que convergen en una hermosa plaza. Como ciudadela de mujeres dedicadas a la oración, la caridad y la elaboración de deliciosos postres para tentar el paladar, Santa Catalina es más que un convento; es un crisol de secretos que los visitantes solo vislumbran al deambular por sus edificios; secretos que permanecerán dentro de los muros del convento para siempre.
El monasterio ha estado abierto al público desde 1970. Antes de eso, fue el hogar de una comunidad de monjas, pero la gente de Arequipa sabía muy poco sobre él ya que no se les permitía entrar.
Si bien recomendamos explorar el monasterio con la ayuda de uno de los guías multilingües y expertos, también puede explorar el monasterio solo. El monasterio está abierto dos tardes a la semana para que los visitantes puedan recorrer los terrenos a la luz de las velas como lo habrían hecho las monjas hace años.
Marcado por un árbol de caucho en su entrada, este era un área donde las monjas debían hacer un voto de silencio y dedicar sus vidas a la oración y al trabajo. Las monjas servían como novicias durante 4 años, por lo que sus familias debían pagar una dote de 100 monedas de oro al año. Al final de los 4 años, la novicia podía elegir entre entrar en una vida plena de servicio o dejar el convento (avergonzando a su familia).
Aquí era donde iban las monjas después de graduarse de novicias. Este claustro obtuvo su nombre del grupo de naranjos en su centro. En esta área se encuentra la Sala Profundis: una sala donde se llora a las monjas fallecidas y sus retratos se alinean en las paredes. Saliendo del claustro de naranjas, por la calle Córdova, se encuentran las celdas que servían de vivienda a las monjas. La cafetería también se puede encontrar al salir del claustro naranja, que sirve pasteles y cafés recién hechos.
Este claustro está bordeado por la capilla y la pinacoteca. La galería en el pasado se utilizó como dormitorio comunal. Este edificio fue construido en forma de cruz, con las paredes luciendo murales de Jesús y la Virgen María.
Ver el Monasterio de Santa Catalina proporciona al visitante una comprensión profunda de cómo era la vida en este tipo de monasterios hace cientos de años. Si te gusta la historia o la arquitectura, entonces debes visitar el Monasterio de Santa Catalina.
El Claustro de los Naranjos, data de 1738. Debe su nombre a la presencia de naranjos. Las tres cruces situadas en medio del claustro forman parte de una tradición del Monasterio de Santa Catalina, donde las monjas representan la Pasión de Cristo cada Viernes Santo de cada año, fecha en la que se encuentra cerrado al turismo.
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