Explora el valle sur del Cusco , La Ciudad del Cusco como actualmente se le conoce es la capital arqueologica del Peru. Y la ciudad aun habitada mas antigua de Sudamerica. En este largo valle de mas de 15 km, en la ultima etapa del perido glaciar del pleistoceno, estuvo ocupado por un gran lago, cuyo nombre lleva de un investigador «Lago morkill». Los fosiles encontrados en diversas partes del valle demuestran que estuvo habitado por la megafauna del plesitoceno, como caballos andinos, perezosos gigantes, Mamuts, Paleolamas.
Las primeras apariciones de los hominidos en el valle de Cusco datan de 8,000 a 10,000 ac. Es asi que estos hombres se vuelven de cazadores y recolectores a sedentarios, y luego forman las primeras culturas locales como killque, Chanapata, Qotaqalli, Marcavalles. Entre los 200 a 500 dc, ivaden el valle de cusco la etnia de los Tiahuanaco, y durante el 800 dc, este valle fertil es conquistado por el imperio Wari. Quienes hacen una de las mas grandes construcciones de asentamientos urbanos y de caminos en el sur de Peru, parte de esa gran ciudad Wari aun es posible de apreciar en el sitio arqueologico de Pikillaqta. En el 1200 posiblemente aparece las primeras confederaciones regionales de los Incas, como cultura local, siglos mas tarde se convertiria como el imperio mas grande de Sudamerica, ellos hicieron una de las maravillas hidraulicas aun vigentes hasta el dia de hoy en Tipon.
Nuestro transfer lo visitara en su hotel entre las 08:00 hrs. a 08:30 hrs. Aproximadamente para trasladarlo al lugar de inicio del tour. Realizaremos un viaje de 40 minutos al suroeste de la ciudad del Cusco. Iniciaremos visitando TIPON que forma parte de la ruta del Qapaq Ñan y se encuentra a 25 km de la ciudad del Cusco, Tipon es un conjunto de terrazas agrícolas, largas escaleras y canales tallados en piedra, sus trece terrazas están rodeadas por paredes de piedra pulidas perfectamente.
Los mayores atractivos que tiene Tipon son los recintos reales, el Intihuatana también conocido como el altar del sol, el mirador o cruzmoqo que está ubicado en un lugar estratégico desde donde se puede apreciar o visualizar la ciudad del Cusco, los recintos menores y la muralla que fue construida con el fin de proteger las invasiones de los pueblos hostiles. Después nos dirigiremos a PIKILLAQTA la cual se encuentra a 30 km al suroeste de la ciudad del Cusco, Pikillaqta es conocida en la actualidad como una de las ciudades más famosas y mejor conservadas del periodo pre inca en Perú y cuenta con un área de 50 hectáreas aproximadamente. La palabra PIKILLAQTA proviene de dos palabra quechua PIKI (pulga o pequeño) LLACTA (pueblo) y su traducción podría ser Pueblo de Pulgas o Pueblo Pequeño. En Pikillaqta podemos apreciar paredes de piedra de origen pre inca y una de las ciudades más importantes de la cultura Wari.
Tambien existe un museo local, donde esta la exposición de los elementos del ajuar funerario y culturales del Señor de Vilcabamba, que fue un gobernante Wari. Asi mismo se puede ver los restos fosiles de un antiguo Gliptodonte.
Finalmente conoceremos ANDAHUAYLILLAS ubicado a 36 kilómetros de la ciudad el Cusco, Andahuaylillas es parte de la Ruta del Barroco Andino y su increíble Capilla más conocida como la Capilla Sixtina de América debido a sus bellos trabajos en madera, hermosas pinturas y decoraciones coloniales.
En la ruta de retorno si desea usted podra comprar los panes mas famosos del Peru, nos referimos al pan CHUTA DE OROPESA, este delicioso pan es un emblema de Cusco, por su sabor y textura. Tambien podras degustar de los deliciosos platos gastronómicos del Cusco, entre ellos el Chicharron ( carne de cerdo bien frito), que se acompaña con su papa fritas y maíz hervido. O si desea experimentar el plato estrella de cusco, el Cuy al horno, acompañado de un Rocoto relleno (es el aji rellenado de carne picada, legumbres, y mani).
Al finalizar el tour regresamos a la ciudad de Cusco, donde nuestro tour finaliza a las 13:00hrs. Aproximadamente, el punto final es la plaza de Regocijo, que se encuentra a solo media cuadra del centro histórico.
Para este recorrido de medio día, debe traer una bolsa pequeña y un buen protector solar. Lo más importante es sentirse cómodo, para ello debe ir con el calzado adecuado, y como precaución estar siempre preparado para los diferentes cambios de clima en Cusco.
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El Valle Sur del Cusco es la denominación turística que reciben los atractivos turísticos localizados al sureste de la ciudad del Cusco, entre las provincias de Quispicanchis y Canchis. Los atractivos turísticos más importantes del Valle Sur son: el sitio arqueológico de Tipón, el sitio arqueológico de Piquillacta y la iglesia de San Pedro de Andahuaylillas. Además en el Valle Sur se puede visitar pueblos andinos con muchas tradiciones como: Huasao, Oropesa, Huaro, Urcos. Los paisajes naturales más famosos son: la laguna Huacarpay, el nevado Pachatusan, los humedales de Huasao y el río Vilcanota. Para visitar los atractivos turísticos descritos se puede realizar un viaje por propia cuenta o contratar un tour al ‘Valle Sur del Cusco’ que incluyen: Tipón, Pikillaqta y Andahuaylillas.
El Valle Sur del Cusco está en un área geográfica conformada por pueblos y paisajes naturales situados al sureste de la ciudad del Cusco. La mayoría de los pueblos pertenecen a las provincias de Canchis y Quispicanchis.
Tipón uno de los pueblos más turísticos del Valle Sur se ubica a solo 25 kilómetros por carretera desde la ciudad del Cusco. El sitio arqueológico de Pikillaqta está a 33 kilómetros y el pueblo de Andahuaylillas está a 39 kilómetros.
El sitio arqueológico de Tipón está a 3,560 m.s.n.m. El sitio arqueológico de Pikillaqta está a 3,350 m.s.n.m. El pueblo de Andahuaylillas, a 3,122 m.s.n.m.
El Valle Sur del Cusco posee un clima templado a frío con temperaturas que varían desde un máximo de 23ºC. y un mínimo de 3ºC.
La época de lluvias ocurre desde noviembre hasta abril, especialmente en enero, febrero y marzo. El resto del año, desde mayo hasta octubre es la época seca. En esos meses las noches son más frías pero las lluvias no ocurren con frecuencia.
La altura de los lugares en el Valle Sur es más baja que la ciudad de Cusco, sin embargo para poder evitar los síntomas del mal de altura le recomendamos tener un tiempo de aclimatación de uno o dos días en la ciudad del Cusco paseando sin realizar mucho esfuerzo.
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También conocido como el Templo del Agua está a 40 minutos en auto del centro histórico un lugar donde se rendía culto al agua en la época inca, según las crónicas de Garcilaso de la vega fue edificado por el noveno inca o rey Wiracocha.
Sitio que conformaba una parte importante en la red de caminos incas conocido como el gran “Qhapac ñam”, catalogado por su construcción como un centro de experimentación agraria debido al diseño de los andenes y la impresionante arquitectura de sus canales subterráneos, entre estos se aparecía el más destacado de este lugar los recintos reales lugar donde Vivían personas importantes como la familia real del inca, construido a base de bloques de piedra megalítico dentro de estas se encuentran las fuentes de agua, canales de irrigación y sus bellos jardines en las terrazas incas, otros lugares como el Intiwatana conocido como el altar solar, son habitaciones construidas con ventanas trapezoidales donde a través de la ventana tiene una espectacular vista hacia Tipon.
Tipon, un pueblo pequeño lugar muy costumbrista en gastronomía en preparar un riquísimo cuy al horno (guinea pig) por un local y a precios justos
El complejo arqueológico de Pikillacta se encuentra localizado al norte de la cuenca del río Lucre (sur del valle de Cuzco), en las faldas del cerro Huchuy (a 3250 metros de altura). Pikillacta se diferencia de los demás sitios arqueológicos del Valle Sagrado del Cuzco por su pertenencia a la cultura wari. Consiguientemente, antes de presentar el sitio de Pikillacta como tal, se evocará brevemente los principales rasgos característicos de esta cultura.
El imperio wari, primero en los Andes en ser considerado como tal, floreció entre los años 560 y 1000 d.n.e (periodo conocido como “Horizonte Medio”). El cronista Cieza de León menciona su existencia en 1534, pero ésta cae en el olvido antes de volver a ser descubierta en 1931 por el arqueólogo peruano Tello, por lo cual las investigaciones arqueológicas en la zona son bastante recientes (años 50).
La actual zona arqueológica wari se ubica principalmente en la provincia de Huanta, departamento de Ayacucho, pero investigaciones arqueológicas sacaron a relucir que su influencia se extendió desde la zona mochica al norte, hasta el territorio nasca al sur, esto es, tanto en la sierra como en la costa del actual territorio de Perú.
Cronológicamente hablando, se considera que wari tuvo cuatro etapas de evolución: la primera época se caracteriza por el surgimiento de la ciudad de Ayacucho (a 25 kilómetros de la actual ciudad epónima) como centro político y ceremonial, bajo la influencia de la región Tiahuanaco. En su segunda etapa, wari conoce un movimiento expansionista. Es la época de construcción de Pikillacta. Posteriormente, el imperio entra en un periodo de crisis, que marca una pausa en este movimiento expansionista, así como desplazamientos poblacionales, a los cuales Pikillacta escapa, al parecer. Finalmente, en sus últimos años, wari conoce su extensión territorial máxima. Sin embargo, su capital no tarda en colapsar, como se verá a continuación.
La naturaleza y la impactante escala del movimiento expansionista wari han sido el motivo de grandes debates. Asimismo, la cultura wari es considerada como la primera en los Andes Centrales precolombinos en haber implementado el patrón de desarrollo de centros urbanos a partir de centros ceremoniales. Su dinámica expansionista se inscribiría luego en el contexto de pugnas por el poder político entre distintas ciudades. Sin embargo, los centros urbanos principales de este imperio (Ayacucho, Cajamarquilla, Pikillacta), habrían logrado imponer su poder sobre un extenso territorio, gracias a su impresionante organización administrativa y a una serie de innovaciones tecnológicas.
Se observa asimismo que wari introduce en estas zonas el concepto de ciudad fortificada, una novedad.
Sus centros urbanos geométricos, verdaderos núcleos centralizados de poder administrativo y económico, consisten principalmente en recintos rectangulares con patios internos y plazas. Por otra parte, esta estructuración urbana reveló la existencia de barrios ocupados por la elite, y también de sectores probablemente habitados por mano de obra servil. De hecho, la expansión wari significó un cambio radical en los patrones de asentamiento de los pueblos conquistados. Asimismo, los waris desplazaron a poblaciones tradicionalmente localizadas en tierras altas, hacia las tierras bajas. Implementaron la concentración poblacional en núcleos habitacionales (en reemplazo del patrón de asentamiento disperso previamente dominante), y promovieron el desarrollo del cultivo en terrazas, de canales de irrigación, así como variedades de maíz nuevas y redes de caminos.
Se considera que este dominio político y tecnológico de la cultura wari fue acompañado por una fuerte ideología religiosa. Efectivamente, los albores del imperio wari fueron marcados por una fuerte época de sequía, por lo cual el implemento de nuevas técnicas de irrigación fue asociado al culto de un dios Tiahuanaco relacionado con la fertilidad. Es quizá por esta razón que se atribuye a wari la expansión de núcleos urbanos a partir de centros ceremoniales. Lo cierto es que el éxito económico alcanzado por esta dinámica político-religiosa garantizó posteriormente una sólida base al movimiento expansionista wari.
Ahora bien: Pikillacta constituye un conjunto arqueológico fortificado que fue habitado entre el 600 y 900 d.n.e. Es considerado como el sitio wari más grande y mejor conservado del sur de Perú, algo así como una capital provincial. Ocupa una superficie de aproximadamente un kilómetro cuadrado. Impresiona el alto de sus muros, que oscila entre los 7 y los 12 metros. Algunos recintos cuentan inclusive con varios pisos, cuyas huellas son aún visibles en la actualidad. Estos muros fueron hechos de piedras sin labrar, extraídas de los montes aledaños, ligadas con lodo, y originalmente revestidas con un aplanamiento de barro y cal.
La ciudadela como tal fue construida en torno a un rígido patrón geométrico. Está rodeada por una muralla y comprende 704 recintos rectangulares, algunos asociados a habitaciones de la elite, otros, a cuartos de almacenamiento o por último, a algún tipo de pequeños centros de culto religioso/funerario. Estos recintos están a su vez agrupados en manzanas, cada una rodeada por su propia fortificación y separadas por vías de circulación, a manera de defensa (no olvidemos que wari es una sociedad de tinte marcadamente militarista).
Se piensa que esta agrupación en manzanas podría corresponder a una delimitación entre diferentes barrios de artesanos especializados. En efecto, Pikillacta parece haber sido un centro comercial importante, debido en parte a su ubicación sobre unos de los ejes estratégicos de la red de caminos wari, así como a la presencia de una extensa plaza en la entrada del sitio, a la cual se atribuyó la función de “tianguez” o lugar de intercambio (aunque no se descarta el posible uso ritual de esta plaza).
Por otra parte, del otro lado de la carretera que bordea hoy el sitio, se observa todavía la presencia de un impresionante acueducto asociado al mismo. Éste consta de varios estamentos de piedra, a los cuales se accede por peldaños, y que estaban antiguamente unidos entre ellos por canales de circulación del agua proveniente de los montes aledaños, hacia la ciudadela. De hecho, se descubrió toda una red subterránea de irrigación en Pikillacta. Este acueducto fue posteriormente reutilizado por los Incas. La leyenda cuenta que su construcción es el resultado de una competencia entre los dioses.
Lo cierto es que muchos misterios subsisten en torno al conocimiento de la fascinante cultura wari, y de Pikillacta más particularmente. Las razones de su abandono por ejemplo: éste parece haber sido repentino, aunque organizado. De hecho, la entrada de varios edificios fue intencionalmente sellada, y, cosa curiosa, se encontró muy poco material arqueológico de superficie, lo cual sugiere que los habitantes del sitio lo desocuparon intencionalmente antes de abandonarlo. ¿Por qué? Existen diversas teorías al respecto, pero ninguna ofrece explicaciones totalmente satisfactorias. La primera por ejemplo, -poco “académica” quizá-, se basa en el origen del nombre Pikillacta, del quechua “Piki” (pulga), y “llakta” (pueblo). “Pueblo de las pulgas”, pues se cuenta que una plaga de estos insectos habría obligado a los habitantes a abandonar el sitio. Otras versiones plantean que debido a la vocación comercial del pueblo, había sencillamente muchas pulgas en Pikillacta. Una última hipótesis propone que el abandono y la reocupación de sitios formaban parte de las estrategias políticas wari, pero las razones de esta posible estrategia no están muy claras por el momento.
Éste no es más que un solo ejemplo de las múltiples incógnitas que la misteriosa cultura wari plantea a los arqueólogos hoy en día. Queda clara que la conformación de este imperio anuncia ya el surgimiento de la expresión estatal máxima alcanzada en los Andes precolombinos: el imperio Inca. Por lo tanto, un mejor conocimiento de la cultura wari echaría sin duda alguna luces muy valiosas acerca de las raíces del estado inca, cuyo dominio político tuvo repercusiones que inclusive se sienten hasta la actualidad.
Monumento sobresaliente por los murales que hay en este fascinante lugar con unas imágenes religiosas que fueron concebidas por el párroco lingüista Juan Pérez de bocanegra, al interior de la iglesia se puede apreciar un lema escrito en cinco idiomas español, latín, quechua, aimara y la última legua que se perdió por los años, Pukina. También al interior de la iglesia se puede apreciar imágenes con carácter didáctico que inculcaban a los indígenas o incas a creer en la fe católica, fue construidos en dos estilo la parte exterior renacentista popular y al parte interior de estilo barroco clásico europeo con una expresión en fusión de culturas, el techo recubierto en un estilo mudéjar con creatividad florales y frutales revestido o bañados con pan de oro todo una decoración en oro, tallados y pinturas que asombra a cualquier visitante, construida en el siglo XVI sobre una edificación inca que todavía se conserva.
Uno de los aspectos en los que todavía no existe consenso es el comienzo de la presencia humana en el continente americano. Sin embargo, a pesar de las dudas y de las limitaciones que genera la escasez de datos antiguos, en general se acepta la interpretación de que la llegada del ser humano al continente se produjo en diferentes oleadas atravesando el estrecho de Bering. Los datos que suministra la arqueología sugieren cronologías que se mueven entre 30 a 50 mil años. En el ámbito andino las dudas y la falta de consenso no es la excepción. La datación más antigua que documenta la presencia humana ha sido fijada entre 18 y 20 mil años a.C.
Se trata del denominado Hombre de Pacaicasa, descubierto en Ayacucho en 1969 por Mac Neish. Sin embargo, los datos no dan para establecer esta como la fecha en la que los primeros hombres pudieron habitar la región andina. Otros investigadores opinan que es más prudente fijar alrededor de 8.000 años después (cerca del 13.000-11.000 a.C.) el hombre más antiguo del Perú, cuyos restos se encontraron en la región de Ancash: el denominado hombre de Guitarrero . Algo en lo que sí coinciden los estudiosos es que para estas cronologías (anteriores a 10.000 años a.C.), el valle del Cusco carecía aún de presencia humana. Como lo vimos en los apartados anteriores, el actual valle del Cusco constituía el lecho del lago Morkil, lago que ocupaba el lugar del glacial de época pleistocénica. Hasta hace poco tiempo se pensaba que los primeros habitantes del valle del Cusco fueron granjeros que vivían en pequeñas aldeas extendidas a lo largo del valle (ca. 1.000 a.C.) ya que no se había encontrado evidencias de presencia humana en el periodo arcaico. Sin embargo, los trabajos de B. Bauer en los últimos años, en particular las prospecciones realizadas en la cuenca del Cusco y la excavación del yacimiento de Kasapata, cerca de Espinar (a unos 250 Km. al sur de Cusco), han dejado claro que al igual que en otras regiones de los Andes, después de la retirada de los glaciares del Pleistoceno se desarrollaron prosperas culturas de cazadores y recolectores en una cronología que se extiende entre el 9.000 y 2.200 a.c.
En resumen, las nuevas perspectivas en la investigación arqueológica tienden a situar el comienzo de la presencia humana en la región del Cusco en épocas muy tempranas. El denominado hombre de Yauri (nombre con el que anteriormente se conocía el actual Espinar) se remonta a los 5.000 años a.C. Prueba del desarrollo de sus actividades de caza y recolección de frutos silvestres son los restos de su cultura material formada por puntas de proyectil y cuchillos de cuarzo, sílex y basalto que se han documentado en diferentes lugares. Un utillaje de funcionalidad compleja, destinado a facilitar una economía mixta pero que había desarrollado ya el pastoreo de camélidos. Al desarrollo de esta última actividad se atribuyen las pinturas rupestres de Virginiyoq, con la representación de escenas de camélidos. En este mismo período, encontramos otros grupos humanos en la provincia de Chumbivilcas, cuya cultura se extendió ocupando alturas entre 3.600 y 4.300 msnm, pudiendo acceder por tanto a los ecosistemas idóneos para el pastoreo.
También en este caso, la presencia de pinturas rupestres con la representación de camélidos confirma la domesticación de la llama y su pastoreo. Asimismo, su cultura material está basada en la fabricación de instrumentos líticos como puntas de proyectil de sílex, jaspe y cuarzo lo que muestra la continuidad en paralelo de las actividades cazadoras. En el ámbito específico de la cuenca del Cusco podemos afirmar que la documentación arqueológica de los primeros grupos humanos arcaicos se reduce a restos de instrumental abandonado. La reducida cantidad de restos y su dispersión en el valle sugieren que se trataba de visitas ocasionales como parte de expediciones de caza. Es necesario subrayar que la documentación arqueológica de restos dejados por los cazadores recolectores del período arcaico es, en general, muy limitada. Se trataba de bandas de reducido tamaño que se movían por el territorio en busca de caza. Dado que las instalaciones estables son escasas ya que en general formaban campamentos temporales siguiendo el desplazamiento estacional de la caza, resulta muy difícil documentar sus restos. El disponer tan sólo de las puntas de proyectil recuperadas en las prospecciones del terreno y las pinturas y grabados de camélidos, y al no haberse documentado asentamientos estables en el valle del Cusco, hace posible argumentar que en estas fases arcaicas (9.000-6.000 a.C.) el territorio de la región del Cusco estaba incluido en un ciclo migratorio de grupos en busca de caza y recolección.
No será sino hasta el 5.000 a.C. cuando se documente el primer campamento estable de la zona: el ya mencionado yacimiento de Kasapata. Así, aun cuando el lugar que ahora ocupa la ciudad del Cusco apenas ha suministrado información del período arcaico (puntas de lanzas y de flechas fabricadas en material lítico, los datos arqueológicos demuestran que a lo largo de todas las etapas de este periodo la región fue escenario de la presencia de bandas de cazadores nómadas que recorrían el territorio de forma estacional a la búsqueda de recursos de subsistencia. Kasapata puede considerarse como el reflejo de la progresiva sedentarización de los grupos, de las primeras formas de domesticación y pastoreo de camélidos y, es posible que también, el nacimiento de algunas formas de agricultura incipiente.
LAS COMUNIDADES ALDEANAS EN EL VALLE DEL CUSCO: PERIODO FORMATIVO
El Formativo Temprano:
Solo será con el denominado Formativo Temprano (2.200 a.C. –1.500 a.C.) de la tradicional división de la cronología peruana, cuando podamos encontrar restos de las primeras aldeas sedentarias en la zona del Cusco. Serán ya pequeños poblados de agricultores que reflejan por primera vez la presencia de grupos humanos bien asentados en el valle. En la región del Cusco, existen evidencias de los primeros cultivos alrededor del año 2.200 a.C. Muestras tomadas en la laguna Maracocha demuestran que la agricultura ya formaba parte de estas culturas y se ha evidenciado en este sentido la quema de los bosques como práctica de preparación agraria del terreno.
Otro indicador de la presencia humana en la zona es la cerámica encontrada y sus especificaciones. Para B. Bauer el uso de arena como aditivo (desgrasante) para mejorar las propiedades de la arcilla, sugiere que esta es “la cerámica más temprana en la región del Cuzco”.
El Formativo Medio: La cultura Marcavalle
Los análisis de radiocarbono realizados con materiales asociados a la cerámica “Marcavalle” sugieren una datación que inicia en torno al 1.200 a.C. y que concluye hacia el 500 a.C. Marcavalle no debía ser la única aldea asentada en el valle y es probable que contemporáneamente existiesen otros asentamientos, aunque todavía no han sido documentados. El asentamiento sedentario de Marcavalle, el más antiguo y mejor documentado en la cuenca del Cusco, se sitúa en la parte central del valle. Estaba formado por una comunidad de granjeros y pastores datada en torno al año 1.000 a.C. Fue descubierto por los arqueólogos Manuel Chávez Ballón y Jorge Yábar Moreno en 1949, aunque las primeras excavaciones arqueológicas se realizaron entre 1963-1964 por Luis Barreda Murillo. Karen Chávez realizó un extenso estudio de los materiales recuperados en prospecciones de superficie y en las excavaciones arqueológicas. No conocemos en todos sus detalles las implicaciones sociales de la aparición de este nuevo grupo cultural en el valle, aunque los objetos culturales recuperados demuestran ya un importante salto cualitativo: las bandas de cazadores recolectores habían sido sustituidas por grupos aldeanos que dominaban la agricultura. Según los datos procedentes de las excavaciones arqueológicas, al instalarse en el valle del Cusco, los nuevos habitantes encontraron buenas condiciones para el cultivo de fríjoles y maíz, lo cual estimuló su tendencia al desarrollo de formas de vida sedentaria. Estos mismos datos sugieren que disponían ya de camélidos domesticados para su uso como animal de carga y suministro regular de carne para el consumo y de fibras para la producción de tejidos.
También se documentó la presencia de otros animales domesticados como el cuy y los perros. Desde el punto de vista de los restos materiales encontrados, la cerámica Marcavalle se caracteriza por el predominio del color marrón y rojo. Se han encontrado cuencos con asas, cántaros con asa lateral y platos. En el contexto andino, el puma, el cóndor y la serpiente son animales sagrados y la cerámica Marcavalle los usa como los motivos principales en la decoración de su cerámica. Los restos arquitectónicos encontrados hasta ahora nos permiten hablar de recintos de pequeño tamaño, de formas rectangulares o circulares, construidos con muros de piedra en las que se ha usado mortero de barro para la pega.
También se han encontrado adobes. Los techos de estos recintos debían ser de paja soportados en sencillas estructuras de madera rolliza.
Formativo Tardío: La cultura de Chanapata
La cultura de Chanapata se desarrolló en una fase posterior a la cultura Marcavalle (500-200 a.C.). Ambas eran culturas aldeanas que explotaban territorios con ámbitos de expansión muy limitados. Recibe este nombre de un tipo de cerámica preincaica encontrada por el arqueólogo americano John H. Rowe en sus trabajos realizados en el valle del Cusco en la década de 1940. Se denominó “Chanapata” al haberse documentado en dicha localidad ubicada en el barrio cusqueño de Santa Ana. Un segundo asentamiento dentro del valle fue documentado en la zona de Wimpillay, al oeste del actual aeropuerto de la ciudad. Ambas excavaciones documentaron muros, cerámicas, huesos de animales y enterramientos. El estudio de la distribución regional de la cerámica Chanapata documenta la expansión de este grupo cultural fuera del valle del Cusco. Así lo corroboran tanto los hallazgos de Bandojan cerca de la actual población de Anta situada a unos 20 Km al oeste del Cusco, como los de lugares cercanos a la actual Paucartambo, población situada al norte del Cusco, sitio clave para el ingreso a la selva (yunga).
La arquitectura doméstica Chanapata no se diferenció en mucho de la Marcavalle: viviendas circulares cuyos muros eran construidos por taludes de tierra y pasto y cubiertas de techos de paja. En las excavaciones de Santa Ana se encontraron piezas que por su importancia nos permiten conectar esta cultura con otros desarrollos anteriores en los Andes. Ejemplo de esto es una representación zoomorfa tallada en piedra que representa a una de las deidades más antiguas del Perú: el puma.
La cerámica encontrada de colores rojo y gris, decorada con motivos animales y geométricos. Las canteras de Huacoto, localizadas a más de 4.200 metros, en la cara noroeste del valle del Cusco, explotadas con anterioridad a la cultura Marcavalle, proveyeron material para la realización de esculturas y utensilios de uso diario. En resumen, el desarrollo de las primeras culturas aldeanas (Marcavalle y Chanapata) refleja la progresiva ocupación de los diferentes pisos ecológicos del territorio. Se ocuparon las diferentes alturas del valle para acceder a recursos agrícolas diferenciados que de haberse concentrado en un solo lugar no hubieran podido ser obtenidos. En definitiva, el inicio del sistema de explotación integral denominado archipiélago vertical. La integración de las estructuras familiares del valle en las formaciones estatales Las culturas Marcavalle y Chanapata corresponden al definitivo desarrollo de la agricultura y ganadería en la zona montañosa del interior de los Andes.
Las viejas bandas de cazadores dejan el lugar a grupos mucho más complejos desde un punto de vista social y tecnológico: son las primeras sociedades aldeanas que a lo largo del primer milenio a.C. surgen en los valles aislados del interior de la montañas, en particular en la vertiente que se dirige hacia el Amazonas, como es el caso de la región del Cusco. Aunque no resulta muy evidente en términos arqueológicos y hablamos en general de comunidades fragmentarias, es posible que en este periodo cada valle ya contara con un asentamiento principal. Estos cambios deberían ser puestos en relación con los procesos de transformación cultural que se venían produciendo varios cientos de años atrás tanto en la costa como en el norte de los Andes peruanos. Allí se establecieron grupos que fueron capaces de construir monumentales complejos ceremoniales que congregaban la población agraria, habitualmente dispersa en las tierras de cultivo. Estos centros congregaban una población estacional y llegan a adquirir auténticas funciones urbanas durante los mercados desarrollados para los grandes festivales.
La arqueología documenta ya antes del cambio de era la circulación en los Andes de bienes de prestigio procedentes de los mares calidos del actual Ecuador: caracolas marinas (strombus) destinadas a su uso como instrumento musical (potutu) o de conchas nacaradas como objetos ornamentales (spondilus). El escenario inicial, los valles costeros de los Andes, muestran cómo desde el Periodo Arcaico yacimientos como Caral son la expresión de la expansión de las formas monumentales de la arquitectura en cronologías del 3.000 a.C.
Estos inmensos sitios ceremoniales son la expresión de la progresiva complejidad que adquiere la organización estatal. Los valles, como el denominado callejón de Huaylas, que permiten la circulación transversal de los Andes y alcanzan la ceja de selva y la selva misma, son el contexto en el que surgirá la cultura Chavin capaz de expandir su influencia por toda la costa peruana. Esta cultura es exponente de un complejo desarrollo gracias a la agricultura intensiva producida por grandes concentraciones humanas organizadas en estructuras sociales más estratificadas. La aportación de la costa será la tecnología agraria que permitirá el crecimiento de la población y, a su vez, estará condicionada por la mayor disponibilidad de mano de obra. La agricultura extensiva utilizaría una tecnología cuyo grado de sofisticación la llevó a su mínima expresión. Se organizará la población para la apertura de canales y la transformación de los valles atravesados por los ríos en auténticos vergeles. El desarrollo de la arquitectura y de una sofisticada cultura visual será efecto de la progresiva transformación de estas sociedades complejas. Paralelamente a esta situación, en los valles del interior de los Andes dirigidos geográficamente hacia la selva hablamos de cronologías más tardías. Las dificultades inherentes al medio dificultaron la expansión de las sociedades sedentarias que surgirán durante el primer milenio a.C.
Así, la imagen que podemos hacernos de estas es como sociedades agrarias que apenas sobrepasaban el estadio de grupos fragmentarios, atomizados por el esfuerzo de supervivencia en un medio mucho más difícil que el de la costa. Por ejemplo, el medio natural de un valle como el del Cusco no puede ser controlado por comunidades pequeñas. Las lluvias intensivas son estacionales y no basta con abrir canales, hay también que conservar el agua. El terreno presenta una enorme pendiente y la explotación agraria solo puede ser intensificada con un sistema de terrazas muy sofisticado. Mientras que en la costa varios desarrollos culturales desde hacía varios siglos habían implementado extensos sistemas de regadío, la montaña continúa aún atada al pastoreo de camélidos y a las pequeñas explotaciones agrarias de diferentes vegetales adaptados a los diferentes pisos ecológicos.
La fragmentación de las formas de explotación del territorio obligará a las comunidades a desarrollar formas de reciprocidad, solidaridad e integración. Se consolidaron así en la sierra interior, durante el llamado Periodo Formativo, estructuras que acabarían convertidas en la base de la organización social de los Andes: el sistema del ayllu. Comentado en páginas anteriores, esta estructura de origen familiar establecía unas relaciones de parentesco entre sus miembros quienes se consideraban descendientes de un antepasado común. Los miembros de un ayllu actuaban simultáneamente en diferentes pisos ecológicos.
En tiempos Incas, el ayllu será la unidad básica a nivel administrativo y de control del territorio. Todos ellos aportaban de entre sus componentes mano de obra (mita) para la realización de las obras públicas como la construcción de puentes, caminos y edificios. Contaban con un jefe o curaca, quien era juez, organizador y administrador. De él dependía la distribución de las tierras, el trabajo colectivo y el orden jurídico de la comunidad. Para el caso del Cusco, el desarrollo de estas formas organizativas tendrá su efecto cultural en la aparición de las primeras agrupaciones de carácter político con una cierta influencia regional. De las pugnas entre los ayllus locales se impuso el dominio o supremacía de alguno de ellos. Enfrentamientos y alianzas acabaron por establecer un cierto sentido de comunidad que llegó a controlar el valle de la cuenca del Cusco, en un primer momento, para luego extenderse a una región que iba de la zona de Anta al noroeste del Cusco hasta las cuencas de Lucre y Huaro al sureste.
Entre el 200 y el 600 de nuestra era se ha datado la aparición del primer estado regional en la zona del Cusco: el Qotakalli (Bauer 2008). Éste se caracteriza por la aparición de un nuevo estilo de producción cerámica, y a su vez representa la consolidación de formas culturales homogéneas que se extenderán más allá de los límites del valle del Cusco. Algunos indicios sugieren que el área de influencia de la cultura Qotakalli iría hasta proximidades del lago Titicaca, 200 km al sur este del Cusco. Durante este periodo, anterior al surgimiento del estado Wari, pudieron comenzar a gestionarse los primeros proyectos de canalización de aguas y de andenería para aumentar los terrenos como producto de la intensificación de la producción agrícola. Respecto a la arquitectura no parece tener mayores variaciones respecto al periodo anterior: las estructuras son construidas con piedras sin pulir pegadas con argamasa hecha a base de barro y paja. Las edificaciones son de forma rectangular de unos 9 m de largo por unos 5 de ancho. En la zona de Araway se ha encontrado un asentamiento formado por 40 estructuras de este tipo.
Es interesante constatar que en la costa peruana el precoz desarrollo de la agricultura intensiva se relaciona con el crecimiento demográfico y la formación de las estructuras estatales de tipo despótico (aunque no sabemos en qué orden se dieron los tres factores). Un proceso que presenta grandes analogías con lo que ocurrió en otras geografías del mundo como Mesopotamia, el valle del Indo o en China (río Amarillo). Es importante recordar que en el interior de la sierra el proceso fue más tardío. La fragmentación del territorio en valles estrechos y escarpados llevó al establecimiento de formas sociales de pequeño tamaño a través de las cuales se garantizaria la supervivencia. Los ayllus aseguraron su éxito como formaciones nucleares basando su esencia en la solidaridad del grupo y en la reciprocidad como estrategia de supervivencia. Esto determinó su progresiva transformación y acabaron integradas en formas de dominio regional como la Qotakalli. Aunque al parecer no fueron formas con un marcado perfil militarista, como las de la costa, abrieron el camino a la formación de sociedades disciplinadas y organizadas mucho más rígidas que las costeras, pero también mucho más eficaces en un medio tan duro como el de las alturas andinas.
La cultura wari fue la primera gran formación estatal que se extendió entre los Andes centrales y la costa del Océano Pacífico y fue, junto con Tiahuanaco, la gran cultura del altiplano interior (Titicaca), una de las dos culturas más importantes del llamado Horizonte Medio. Comenzó su expansión en los años 600-700, desde un núcleo originario situado en torno a Ayacucho y a partir de la cultura Huarpa. Como organización política estatal duró al menos 200 años, con todo, las dataciones de carbono que han suministrado algunos yacimientos como Pikillaqta sugieren que pudo tener una duración aún mayor. La identificación e interpretación de la cultura wari es un fenómeno histórico reciente. Recordemos que hasta los años 50 del siglo pasado esta cultura era considerada simplemente como una manifestación de Tiwanaku en la costa del Perú.
Sin embargo, la documentación arqueológica ha conseguido caracterizarla como un estado militarista que se expandió rápidamente fuera de la región de Ayacucho: por el norte llegó hasta Cajamarca y por el sur ocupó la región de Cusco. Sin embargo, tenemos que subrayar que no hay evidencias arqueológicas bien documentadas de actos de agresión bélica por parte de los wari y que existen interpretaciones alternativas para explicar su expansión. Por ejemplo, la que subraya el papel que pudo jugar en general la religión y en particular el gran santuario oracular de Pachacamac, en la costa central, como un factor que incidió en su expansión.
En este sentido se ha citado como un indicio la difusión de las grandes urnas ceremoniales wari, similares a las que fueron aplastadas y enterradas ritualmente en Conchopata cerca de la capital wari. Se trata de piezas muy parecidas a las denominadas “urnas de Pacheco” descritas por Tello (1942) y que nos sugieren el papel poderoso que debió jugar la religión en la expansión wari. De hecho, algunos autores concretos consideran el fenómeno wari como un reflejo de la expansión de tradiciones religiosas impulsadas desde Tiahuanaco, cuya difusion se debería relacionar con el auge de la economía de intercambio. Sin embargo, otros autores proponen una interpretación de carácter agrario asociada con la crisis climática que habría coincidido con el inicio de la cultura wari.
En este sentido, es importante subrayar que el estudio de los depósitos de hielo en los nevados peruanos sitúa un gran periodo de sequía en torno al año 550 d.C. Esta crisis habría empujado a los wari en busca de nuevas tierras y pastos. Sin embargo, la visión más general entiende que la expansión wari se apoyó en una combinación de incentivos religiosos y económicos, y ponen el acento en la difusión de una tecnología agraria avanzada basada en la construcción de terrazas con canales de regadío. En cualquier caso, el Horizonte Wari (540- 900 d.C.) se caracteriza por un estilo arquitectónico asociado a la construcción de conjuntos arquitectónicos monumentales, el desarrollo de centros administrativos jerarquizados y la distribución de ciertos tipos característicos de cerámica. La capital del estado wari estaba situada en el asentamiento homónimo ubicado cerca de la actual Ayacucho, punto a partir del cual se expandió su dominio. Algunos autores han estimado que su población estaba entre 10.000 y 20.000 habitantes, aunque reconocen que según los datos arqueológicos podría haber sobrepasado los 35.000 e incluso alcanzar los 70,000. En cualquier caso, está aceptado que durante el Horizonte Medio fue el centro urbano más grande en los andes centrales con una superficie urbanizada que desde luego sobrepasaba los 2,5-3 Km2 (algunas estimaciones fijan su extensión entre 10 y 15 Km2).
En los valles de la sierra interior andina los wari construyeron grandes centros administrativos: en el norte Viracochapampa, en el sur Pikillaqta y Jincamocco. En la costa la presencia wari está documentada a través de las cerámicas asociadas a contextos funerarios ya que apenas se conocen conjuntos arquitectónicos wari. Sonay en el valle de Camaná y Pataraya en el valle de Nazca constituyen dos excepciones.
En el caso particular de la zona del Cusco, Pikillaqta está situada en el mismo valle del Watanay y constituía un inmenso asentamiento de carácter administrativo. Fue construido para controlar un territorio estratégico de sierra situado cerca de la frontera con Tiahuanaco. Hay estudios que varios asentamientos wari cuyo carácter pudo ser administrativo. Sin embargo, la importancia de Pikillaqta radica tanto en sus dimensiones como en el hecho de que es el resultado de una acción planeada en su totalidad. El arqueólogo Gordon McEwan ha podido establecer las secuencias de construcción del complejo. Ha identificado 4 sectores principales donde el 1 y el 2 quizá sean los mejor estudiados. El sector 2 es el más antiguo y el más elaborado. Está compuesto por una serie de grandes conjuntos y cuenta con una plaza principal y otra secundaria. Al parecer, este sector sufrió algún tipo de modificaciones a través de su historia de uso. El sector 1 nunca fue terminado, mientras que los sectores 3 y 4 aún están en proceso de excavación y estudio. Una empresa de este tamaño no tenía precedentes en esta zona de los Andes.
Pikillaqta fue construida con piedra local sin trabajar, unidas con mortero de barro. Muros y pavimentos estuvieron en algún momento enlucidos de yeso blanco. Por la forma como fueron construidos los altos muros que cercan los conjuntos, se ha pensado que fue el trabajo por turnos (mita) el que permitió movilizar gran cantidad de mano de obra. Esta forma de trabajo sería muy efectiva en época inca. Durante los 300 años que pudo durar la presencia wari en la zona del Cusco, podemos rastrear en el territorio otros asentamientos aparte de Pikillaqta. Según investigaciones efectuadas por G. McEwan, Pikillaqta no fue el único asentamiento wari en la cuenca de Lucre. Al sur oriente, en la cuenca del río Huaro, también se ha documentado un yacimiento wari de gran importancia en el que se encontraron lugares de habitación, un cementerio con tumbas de alto estatus y un área con cerámica de gran calidad.
A su vez, los investigadores piensan que pudo ser a partir de esta cuenca que en época temprana wari comenzó a consolidar su control en la región del Cusco. Otros sitios wari, tanto al suroeste como al noroeste de la cuenca del Lucre, han sido estudiados con el fi n de establecer un patrón de ocupación ya en tiempos de Pikillaqta. El sitio ceremonial de Muyu Orqo, cerca del actual Paruro a solo 20 Km. al suroeste de Pikillaqta, es uno de los pocos encontrados en esta zona. Al noroeste, en Valle del Vilcanota, la situación es similar lo que hace pensar en una ocupación muy desigual de la región del Cusco en época wari. En la cuenca del Cusco, los estudios realizados llevan a pensar que no existía ningún centro administrativo de carácter secundario en la zona. No es de extrañar que no se hubiera establecido ningún sitio de este tipo si se tiene en cuenta la cercanía con Pikillacta. El valle del Cusco en su totalidad habría de proporcionar mano de obra para la construcción de la ciudad administrativa y su producción agrícola con seguridad era llevada a ésta.
Durante la dominación wari, es posible que hubiera menos asentamientos dispersos en el valle respecto al periodo Qotakalli y posiblemente se deba a la concentración de mano de obra dada la intensificación de la explotación agrícola. También es importante resaltar que aunque hubo cambios, estos no significaron una variación de las condiciones generales del modelo de organización y ocupación del territorio por los pueblos que ya habitaban la región del Cusco a la llegada de wari. La estrategia administrativa wari fue la de utilizar las estructuras consolidadas en épocas anteriores, tanto de rutas como de poblaciones. Es más fácil controlar las dinámicas existentes a nivel de tráfico de productos, por ejemplo, que crear nuevas infraestructuras para conseguirlos. La energía la invirtieron en consolidar el poder y no en cambiar un sistema económico y social que de por si ya les era favorable.
Desde nuestro punto de vista, nos interesa destacar que la cultura wari se asocia al desarrollo de actividades ceremoniales estrechamente vinculadas a concepción sacra del paisaje en conexión con el culto a los antepasados. Contamos con suficientes ejemplos que nos permiten hablar de la importancia que esta cultura atribuía a las características topográficas de los lugares naturales sagrados. Existe una narrativa tipificada que se basa en la concepción cosmológica del mundo, donde el agua está siempre asociada a los orígenes (la cueva) y su control depende del respeto ritual a los ciclos cósmicos. La sociedad inca recogerá todo ello varios siglos más tarde. El culto a los antepasados míticos será utilizado por los grupos como justificación del usufructo del agua, ya que nadie puede poseer a la naturaleza. Por lo tanto, los grupos deben desarrollar mitos del antepasado común que justifiquen el uso que el grupo hace de los recursos.
Todo ello comenzó varios siglos antes de la emergencia del poder inca en la región del Cusco. En la cultura wari, como en las demás culturas de los Andes, existe una estrecha relación entre mito, uso de los recursos y asentamientos. Los lagos y fuentes de agua como puntos de origen de un pueblo (o pacarinas) es una figura que también aparece en el caso de la gran capital, Wari, cerca del actual Ayacucho. Se ha planteado que el cercano lago de Conchopata sería la pacarina mítica de la que habrían surgido los wari. A su vez, era el lago que alimentaba la ciudad a través de un sistema de canales. En la región de Cusco la distribución de los principales asentamientos de este periodo también tiene una evidente relación con el agua. Pikillaqta está situado junto a la laguna Huacarpay y un sistema de tres acueductos suministraba agua a las terrazas. El yacimiento de Huaro a 15 Km. de Pikillaqta estaba situado junto a dos lagunas. K’ullupata, situada a 35 km de Huaro, surgía también cerca de una alguna.
Pachacamac, el sitio más grande construido durante el Horizonte Medio en la costa central del Perú, sirvió como un santuario o huaca y oráculo desde el 200 a.C. El santuario se sitúa al borde del Océano Pacífico. Su gran prestigio como centro de peregrinación en todos los Andes hizo que al incorporarse al incario el propio Sapan Inca lo adoptase como su propia huaca del origen. Se trata de uno de sus dos Upaimarcas (o pacarinas) principales del Inca. Los objetos votivos que datan del Horizonte Medio, muestran ya su importancia en época Wari. Otro ejemplo interesante es suministrado por el santuario de Wariwilka, asociado al grupo étnico de los wankas. Se trata del tradicional mito del origen andino que la arqueología ha podido documentar materialmente. Se ha encontrado un gran recinto casi cuadrado (45 x 48 m), con dobles muros que incluían un pasadizo entre los dos muros y tres entradas precedidas de escalinatas. En el interior del recinto destaca un manante natural con varios canales de distribución que conducían el agua al exterior.
Probablemente se trata del “puquio u ojo de agua” que cita Cieza de León. Adosadas al interior del recinto se sitúa una serie de habitaciones, y algunas habitaciones en el interior del recinto debían corresponder al espacio de culto del santuario. Los materiales arqueológicos muestran que desde el comenzó del periodo wari el santuario recibía abundantes ofrendas, y que probablemente era ya la sede de un oráculo y había establecido relaciones jerárquicas con Pachacamac. Todo ello parece corroborar que se trataba de un santuario ancestral ya en uso por los wari, confirmando la relación simbólica entre el agua, las montañas y el oráculo como portavoz de un antepasado.
Cerca del gran yacimiento wari de Viracochapampa encontramos Cerro Amaru, lugar correspondiente a un grupo local pero que fue frecuentado por los wari. En 1900 Max Uhle excavó uno de los pozos y documentó su uso como santuario, y ha sido interpretado como un centro ceremonial. Se encontraron numerosas ofrendas que incluían miles de perlas de dumortierita, turquesa y concha de Spondylus, grandes piezas en bruto y trabajado de Spondylus. En el yacimiento se encontró un gran mausoleo con dos enterramientos privilegiados dispuestos sobre un lecho de conchas de Spondylus. Junto a ellos se documentaron varios enterramientos secundarios de personajes pertenecientes a familias de élite. Los enterramientos están asociados con cerámica wari. Todo ello ha hecho pensar que se trataba de un santuario de culto al agua relacionado con un linaje de élite.
Los pozos de Cerro Amaru recuerdan las huacas Teqsecocha en el Cusco. Teqsecocha puede ser traducido como “origen de lago” en quechua y conmemoraban la fundación de la ciudad. Algunos autores han planteado que debían constituir residuos de los humedales que fueron desecados para establecer la ciudad. Tal vez “mini-lagos” cercados y construidos, huacas que conmemoraban la fundación inca de la ciudad. Si consideramos estos modelos, los pozos de agua de Cerro Amaru pudieron simbolizar el origen cosmológico del grupo étnico. La cámara funeraria habría estado destina al descanso de los fundadores del linaje. Estos datos sugieren que el santuario estaba ya en pleno funcionamiento en época wari. La asociación de pozos y ancestros sugiere la importancia que adquirió Cerro Amaru desde el punto de vista del simbolismo cosmológico de la gestión del agua.
En este sentido, la relación de Viracochapampa con Cerro Amaru sugiere que los pozos rituales jugaron un papel importante en la expansión wari. La atención religiosa prestada por los wari a lagos y fuentes de agua era parte del sistema de control del paisaje inherente a la concepción religiosa andina. Naturalmente, en último término se trataba de un recurso agrario. En este sentido todo ello debe ser asociado a la agricultura a gran escala que los wari despliegan por primera vez en la sierra. Estos lagos eran las pacarinas Upaimarcas de los grupos étnicos que habían acabado bajo el control wari. La atención que recibieron de los nuevos administradores demuestra su integración en los nuevos modelos de explotación agraria. Será importante tener en cuenta lo anterior, ya que las características de este modelo wari serán fácilmente identificables en el caso inca. Hay un cierto consenso en que en época inca, dependiendo del tipo de organización social, se planteaba el tipo y tamaño de las nuevas estructuras administrativas.
Miembros de las élites locales fueron incorporados al sistema administrativo Inca y las estructuras locales fueron dejadas intactas. Sitios con estructuras administrativas frágiles o inexistentes llevarían a la construcción de nuevos centros administrativos. Las alianzas con las familias de la élite en la región del Cusco serían de vital importancia en un primer momento ya que wari necesitaba de la mano de obra que les permitiera la construcción de la gigantesca ciudad administrativa de Pikillaqta. Al final del primer milenio el imperio wari se desintegra. Como ocurrió con el final de la dominación Inca en los Andes, los centros administrativos wari, como Pikillaqta, serán abandonados rápidamente. Hablamos de centros con una escasa población fija, con élites que no tenían ningún vínculo familiar con el territorio y donde las poblaciones administradas acudían al gran centro administrativo solo para el cumplimiento del tributo a través del trabajo. Sin el dominio del poder imperial, estos grandes centros urbanos habían perdido su razón de ser.
La formación del Imperio Inca es una empresa que durante mucho tiempo fue vista como producto de un solo factor: la guerra como único elemento de conquista y sometimiento. Sin embargo, un nuevo marco interpretativo ha permitido entender que fueron múltiples las causas que influyeron en el éxito de esta empresa.
Así, el dominio inca sobre los diferentes grupos étnicos que habitaban el valle obedeció a factores entendidos como procesos a largo plazo, y no solo a la continua disputa por el territorio. Estos factores permitieron la modificación de las relaciones entre los grupos generando nuevas alianzas y formas de intercambio. Aunque no hay consenso respecto a los eventos que favorecieron el surgimiento del estado inca, poco a poco ha ido cambiando la concepción de que una sola persona fue la generadora de las transformaciones políticas, económicas y sociales que se tradujeron en la conformación del Tawantinsuyu.
Si bien lo anterior abre nuevas perspectivas para el estudio de los procesos que llevaron a la union del territorio durante la primera fase del dominio inca, no se debe ir al extremo de restar importancia a las grandes figuras incas que, como Pachacuteq Inca Yupanqui, supieron tomar ventaja del momento que estaba viviendo y de las condiciones que encontraban a su paso para la conformación de alianzas, llegar a pactos o ejercer el sometimiento. El surgimiento del poder inca en la zona del Cusco al parecer está ligado con el vacío que dejó la caída del imperio Wari hacia el año 1000 d.C. Si bien estamos hablando de un periodo de cerca de 400 años, es clave entender que el cambio que supuso dicho evento en el sistema político se dejaría sentir en la manera como se relacionarían los distintos grupos étnicos que habitaban el territorio.
Durante este periodo llamado Killke, la cuenca del Cusco sufrirá importantes transformaciones físicas causadas en su mayoría por el aumento de la población en la planicie y la ocupación de otros sectores poco habitados. Este es el caso de la cuenca norte que no había sido habitada con anterioridad y en la que comienzan a aparecer numerosos asentamientos; tampoco había sido explotada dadas sus condiciones geográficas un terreno muy accidentado debido a los cañones que forman los riachuelos- y en este periodo es transformada para la agricultura mediante un sistema de canales y terrazas que permitirían su explotación. En un proceso muy bien estudiado en culturas de otras latitudes, y fácilmente extrapolable a este caso en particular: los excedentes proporcionados por el nuevo «banco de tierras» que constituían las terrazas, permitieron a la élite emergente del valle del Cusco establecer un sistema de pago de favores con otros grupos locales.
Tanto la ampliación de los campos de cultivo como el uso de la mita (mano de obra rotativa y forzada que es organizada para la construcción de obras y el cultivo de las tierras) constituirán un modelo que redundará en el enriquecimiento de las élites. En fases posteriores, con el crecimiento del área de control inca y el consecuente aumento de la cantidad de mano de obra, se realizarán las grandes obras a nivel regional gracias a la fuerza de trabajo concentrada durante los periodos entre la siembra y la cosecha. Proyectos como la canalización del río Urubamba, los grandes sistemas de riego o las grandes extensiones de terrazas que se encuentran a lo largo y ancho de la región del Cusco solo fueron posibles gracias a esta forma de organizar la población y el trabajo.
La manera como se ocupó del valle es otro aspecto que se ha estudiado como indicador del momento en el que la cultura inca pasa a convertirse en poder regional. Estrategias como la reubicación de poblaciones sometidas o el desplazamiento de poblaciones que buscan protección, fueron implementadas para incrementar la capacidad productiva y eliminar redundancias en las jerarquías. Dicha ocupación en la etapa temprana de la formación de la cultura inca como entidad política se ha estimado que fuera más o menos la misma que la del estado inca en su momento de madurez. También se han encontrado indicios de que en las etapas tempranas del periodo Killke algunos grupos de la zona de influencia del Cusco no fueron relocalizados de lo que se desprende que estas estrategias se consolidan a medida que aumenta el poder de las élites y se generan nuevas estrategias de control.
Los recursos que producía el valle controlados por la élite inca generaron un sistema en el que los grupos que vivían cerca de las tierras productivas recibían ciertos beneficios a cambio de compromisos que se establecía con los curacas, «señores», del Estado. En general, y para cada una de las regiones exteriores a la cuenca del Cusco, se han podido documentar cuales eran las etnias que las habitaban y con quienes los incas establecieron alianzas o relaciones de dominio. El caso más importante de alianza quizá sea el de las etnias Anta y Ayarmaca quienes a través de intercambio de hijas entre sus élites y las incas, establecieron un cierto equilibrio territorial.
Las esposas principales de Incas como Yahuar Huácac (séptimo Inca gobernante) era hija de un señor Ayarmaca. Vale decir que durante el periodo Killke temprano hubo regiones como el territorio comprendido entre Ollantaytambo y Machu Pichu que no estuvo incluido dentro de los dominios incas y prueba de ellos son los yacimientos del valle Cusichaca ubicados en sitios de muy difícil acceso y preparados para la defensa. Otro caso es el de la zona que ocupaba el grupo étnico Quillisachi, quienes vivían cerca del actual pueblo de Huarocondo al noroeste del Cusco y en el que se encuentran sitios fortificados del periodo Killke como el sitio de Huata. Otro aspecto sobre el que los trabajos arqueológicos permiten reflexionar es que no es cierta la idea de la permanencia de un constante estado de guerra durante el periodo de expansión inca en la región del Cusco.
Kenneth Heffernan (1989) ha trabajado en la región de Limatambo, a 50 kilómetros al oeste del Cusco, y ha encontrado que al igual que la situación encontrada al sur del Cusco, son pocos los poblados, por no decir ninguno, que se encuentran fortificados. Aunque al igual que en el resto del valle hubo un desplazamiento de población, este no comportó una continua lucha. Para entender la diversidad en los procesos que llevaron al dominio inca del territorio y las estrategias cambiantes de dominio, es ilustrativo el caso de los Huayllacan, etnia que habitaba los territorios al norte del valle. Al parecer hubo una primera etapa en la que a través de alianzas matrimoniales los Huayllacan se fueron integrando progresivamente en la administración inca. Sin embargo, y quizá debido a los continuos intentos por parte de éstos de liberarse del control inca, nunca fueron admitidos dentro del restringido grupo de los incas de privilegio. En una etapa más tardía, las élites cusqueñas serían quienes ejercerían directamente el poder sobre su territorio. Un caso similar es el de los Cuyos quienes ocupaban la cuenca al norte del sitio de Pisaq. Según cronistas como Sarmiento de Gamboa o Santa Cruz Pachacutic Yamqui Salcamayhua, la primera expansión territorial que emprende el incanato se da durante el reinado de Cápac Yupanqui (quinto Inca) en la cual cayó la etnia de los Cuyos. Las dinámicas que llevaron a esta conquista es posible que estuvieran relacionadas con temas como el comercio y el culto a una deidad específica.
Es solo hasta el reinado de Pachacuteq que vuelve a aparecer el nombre de los Cuyos. Estos son acusados falsamente de atentar contra el Inca Pachacuteq y enviados a regiones apartadas para el cultivo de la coca o incorporados a la mano de obra que participó en las grandes obras para explotación agrícola del valle del Vilcanota. En la misma cuenca del Cuyo encontramos un ejemplo de cómo se mantuvieron en la zona de influencia del valle del Cusco etnias con un fuerte desarrollo administrativo. Es el caso del asentamiento de Pukara Pantillijlla. Este sitio de laderas fuertemente aterrazadas al parecer tuvo su apogeo entre 1250 y 1350 d.C. mucho antes del dominio regional inca, y es claro que lucho por su autonomía en la época de las primeras empresas expansionistas inca.
En la región sureste, en la zona conocida como Lucre, los incas lucharían en contra de dos etnias: Mohina y Pinahua. Sarmiento de Gamboa, narra cómo durante tres o cuatro reinados distintos, los incas arrasaron los principales asentamientos de estas etnias por considerarse a sí mismas como “libres y no le habrían de servir, ni ser sus vasallos”. El desplazamiento de población y la ocupación del territorio fueron algunas de las estrategias utilizadas para el control del territorio. Las crónicas recogen las reclamaciones que Pinahuas hicieron a los conquistadores españoles para que les fuera devuelto el territorio ocupado por los incas. Cronológicamente hablando, parece que los Pinahuas llenaron el vacío que dejo la desaparición del control wari en la zona, ya que Chokepukio es el asentamiento más grande del denominado Periodo Killke. En este mismo periodo el tamaño del Cusco pudo ser similar al de este asentamiento.
Mientras, hay más problemas para identificar el territorio ocupado por los Mohinas que se cree que pudieron habitar la parte sur del lago Lucre. En tiempos coloniales pasarían a ser reubicados cerca de Oropesa, en medio de las cuencas del Cusco y Lucre, dado que los conquistadores españoles perpetuaron el derecho sobre las posibles tierras Mohinas a los descendientes de los incas. La cuenca de Oropesa, el territorio intermedio entre la cuenca del Cusco y la de Lucre, a la caída de wari sufre una despoblación a los pies del valle y el único asentamiento se establece en los cerros a unos 900 metros de la base del valle. Este sitio, conocido como Tipón, cuenta a su vez con una muralla de protección y es considerado como el único ejemplo de poblado fortificado en la zona del Cusco. Esto es quizá una seña de cómo esta region se convierte en una zona de separación y/o choque. Esta situación continuó hasta que el dominio de la región por parte inca fue tan grande que las poblaciones de la cuenca de Lucre terminaron cayendo. Todo lo anterior dibuja un panorama en el que frente a la multiplicidad de variantes (étnicas, lingüísticas, y políticas) los incas desarrollaron igual número de estrategias con más o menos éxito.
Por ejemplo, el reasentamiento de población buscaba borrar el concepto de identidad local, con lo que esto significaba a nivel de tradiciones y creencias; una práctica ampliamente implementada en el desarrollo temprano del Estado inca en el Periodo Killke. Pasar de estado regional a continental supuso que las estrategias se mantuvieran en el tiempo solo a partir de sus resultados dentro de la estructura política del nuevo Estado. El poder inca nunca fue una constante en ascenso dado que, aún en el periodo de máxima expansión territorial, alianzas creadas entre un Inca y otro gobernante podían romperse a la muerte del primero. A su vez, las empresas militares dependían de una estructura física que podía variar en el tiempo.
En las páginas precedentes hemos resumido brevemente la progresiva adquisición del protagonismo histórico del valle del Cusco como origen de los incas. Se trata de un proceso que como hemos visto presenta más dudas que quizá certezas. Sin embargo, existen algunos aspectos importantes que nos permiten comprender el significado profundo de la elección del Cusco como capital; el lugar desde el que partían la red de caminos que organizaba las relaciones territoriales.
Ciertamente, el poder inca fue capaz de construir una red de comunicaciones extraordinaria para su época. Sus dos ejes principales, que unían los cuatro suyus o distritos territoriales del Estado, confluían en la gran plaza ceremonial que organizaba el centro del Cusco. Estos cuatro ejes se cortaban en un ángulo casi recto y determinaban las directrices del trazado de las calles de la ciudad capital. Los cronistas españoles nos recuerdan además que la ciudad fue diseñada para ser vista desde el cielo con la forma de un puma yaciente.
En este esquema ideal, la ciudad concentraba innumerables lugares sagrados (huacas) y cultos procedentes de todos los rincones del Tawantinsuyu. Sus edificios alojaban la eficiente administración que permitía el funcionamiento de todo el sistema con el Sapa Inca a la cabeza. Finalmente, la tradición oral inca de la que se nutren las crónicas de época colonial, y que son la que en definitiva nos presentan esta imagen, atribuye el diseño de este modelo ideal a Pachacuteq Inca Yupanqui, el noveno gobernante que venció a los chankas, tradicionales enemigos de los incas y extendió los dominios hasta las orillas del Océano Pacífico. La construcción de este modelo, como hemos visto en los capítulos precedentes, es el resultado de una compleja elaboración historiográfica.
Nace en primer lugar de la idea que las propias elites cusqueñas tenían de su propia conciencia como estado. El establecimiento de la capitalidad del estado regional en el que se había convertido el poder inca, en el sitio en el que hoy se levanta la ciudad del Cusco, fue la conclusión del proceso de integración política de los territorios andinos. La figura clave fue por supuesto Pachacuteq. A pesar de los problemas históricos que plantea su figura, bien explicados por M. Rostworowski, es el gran personaje que quedará en la historia como quien ideo un sistema territorial que permitió el dominio inca. Por esta razón (las crónicas españolas) se cree que fue también en época de este gobernante inca cuando se trazó la ciudad tal y como la verían los conquistadores españoles. La idea de que la ciudad a vista de pájaro tenía la forma de un puma habría sido concebida como el punto de punto de partida de los cuatro caminos que formaban la base del Camino del Inca y que se extendían a lo largo de todos los territorios bajo su dominio. Finalmente, para entender el papel que le fue asignado al Cusco como centro material y simbólico de este sistema, es necesario tener en cuenta que la cultura inca incorporó tradiciones y formas organizativas precedentes cuyo éxito y eficacia ya habían sido probadas por otras organizaciones políticas, en particular los wari.
Ciertas prácticas de reciprocidad como la mink’a y el ayni contaban ya con una dilatada aplicación en el ámbito andino. En el campo de las obras civiles, desde la época del Horizonte Medio (en particular con wari) se habían construido largos caminos con importantes puentes, dotados incluso de tambos o “posadas”. Además, es probable que los wari hubiesen procedido ya al desplazamiento de poblaciones en función de sus intereses como lo sugiere la forma del asentamiento de Pikillacta, y es posible que contasen ya con servidores similares a los yanas institucionalizados en el Tawantinsuyo. Los incas supieron integrar todo esto en un nuevo sistema extendido esta vez a la totalidad de los Andes.
Como veremos en el capítulo sucesivo, el complejo centro de todo ello fue la Ciudad del Cusco. El Tawantinsuyo fue la formación estatal más extensa que llegó a constituirse en toda América antes de la llegada de los europeos. La geografía sometida a la autoridad del Sapan Inca abarcaba casi todo el Perú, incluyendo las tierras costeñas, la sierra y también la denominada «ceja de selva». Por el norte de Suramérica, alcanzaba un vasto territorio que llegaba hasta la ciudad de Pasto en la actual Colombia, todo el territorio de Ecuador. Por el sur, se extendía por el altiplano y la sierra bolivianos e incluía los territorios del noroeste de Argentina y del norte de Chile.
Tenemos que recordar que la expansión de los incas a través de los Andes se produjo en apenas ochenta años. Durante el gobierno de Pachacuteq, Tupac Inca Yupanqui y de Huayna Cápac se incorporaron al Tawantinsuyo algunos estados centralizados y bien organizados administrativamente como el Chimú, territorios controlados desde poderosos santuarios como el de Pachacamac, una multitud de territorios gobernados por curacas y gran número de organizaciones sociales de todo tipo que habitaban este extenso territorio. En algunas ocasiones lo hicieron voluntariamente como resultado de una negociación. Sin embargo, en muchas otras lo hicieron por la coacción del bien organizado ejército inca o como resultado de una auténtica guerra de conquista y sometimiento. Para comprender los determinantes políticos que condicionaron este proceso son fundamentales los nuevos trabajos publicados en el último decenio. La publicación del inmenso dossier arqueológico y la nueva orientación que ha tomado su estudio, así como la revisión de la gran cantidad de documentos coloniales procedentes de los archivos, está definiendo un nuevo panorama histórico que determina la revisión general a la que está sometida la historiografía incaica.
El proceso de formación del estado inca y su imparable expansión militar tuvo como consecuencia la unificación política del área andina, la última fase del desarrollo de las sociedades peruanas antes de la llegada de los españoles. Su llegada truncó este proceso, que no solo no llegó a consolidarse como una completa unidad, sino que su debilidad de base permitió su rápida desaparición. Los nuevos datos sugieren que este proceso había comenzado a implementarse desde época wari en la sierra peruana. Asimismo, emerge cada vez con más claridad el pasado de la etnia Inca antes de su expansión fuera de su núcleo primitivo. Los incas, como los restantes pueblos asentados en el valle del Cusco y del Urubamba, formaban parte de una macro etnia quechua pues compartían la lengua y muchas de las tradiciones culturales, sociales y religiosas. Como señalamos, el cronista Juan de Betanzos indica los numerosos grupos étnicos asentados en el entorno territorial cusqueño. No es sorprendente que esta fragmentación política se resolviese con conflictos y enfrentamientos que la historia inca había conservado por la transmisión oral y que fue recogida por los cronistas. Los incas fueron capaces de agrupar dichos grupos bajo su dominio, en unas ocasiones como resultado de los conflictos militares, pero en otras aprovechando los mecanismos de reciprocidad implícitos en la mentalidad colectiva andina.
Algunas crónicas del período colonial subrayan que el poder inca fue establecido con violencia y que las poblaciones vencidas fueron reprimidas con una política estatal centralizada, arbitraría y despótica. Aunque en muchas ocasiones la conquista inca puede ser vista de ese modo, no podemos obviar que estos escritores proyectaban en sus descripciones el modelo funcional que había servido para dar forma a los imperios europeos de la época moderna. En realidad, no podían comprender que incluso en los casos de conquista con actos de guerra violenta, la dominación inca difícilmente perduraría sino se basara en los principios andinos de reciprocidad. Existe otro factor que incide en esta perspectiva: el ejército inca no era permanente ni podía funcionar como una fuerza estable de ocupación represiva. Las campañas militares, tanto las destinadas a conquistar nuevos territorios como las destinadas a castigar la insubordinación, rebelión o incumplimientos en los compromisos de reciprocidad con el Cusco debían acomodarse a la estacionalidad de las actividades agrícolas.
Dado el escaso tiempo que tuvo el Tawantinsuyo para desarrollarse, es probable que este diseño respondiese a un sistema de pensamiento construido desde el centro del poder en los primeros años de su expansión. Recordemos que la propia lengua quechua fue transformada para poder servir de lenguaje común y permitir la comunicación entre las etnias que poseían su propia lengua pero que habían sido integradas en el Tawantinsuyo. El quechua, como vehículo del programa ideológico inca, buscaba integrar todos los aspectos de la compleja realidad andina en un sistema unificado. Los cronistas de época colonial no nos lo cuentan, pero podemos suponer que el objetivo era conseguir que todos los grupos étnicos integrados en el sistema de reciprocidad se apropiasen del mismo, contribuyesen en su difusión y participasen positiva mente en su construcción.
La expansión del Tawantinsuyo hizo que el poder del Inca se incrementase a medida que aumentaba la población y los territorios conquistados. Aunque en origen la reciprocidad había constituido un gran estímulo de crecimiento, esta pudo dar paso a otras formas más directas de dominación. Vale la pena recalcar que los cambios más profundos se dieron en los modelos de gestión a medida que el territorio crecía. Con el aumento de los recursos de todo tipo que afluían al Cusco y también el volumen de fuerza de trabajo que podía ser movilizada al servicio del Inca, aumentó el poder los curacas ligados al poder inca por reciprocidad y por lazos de parentesco. La nobleza incaica, que había modificado algunos patrones de reciprocidad de cara a los nuevos pueblos que hicieran parte del dominio inca, continuó practicando este sistema al interior de sus comunidades. A pesar de los cambios, los ayllus comunes y los campesinos continuaron con el sistema ancestral. Los ayllus, reales y comunes, se mantuvieron unidos por los fuertes lazos de parentesco y de reciprocidad. En la práctica todo gravitó en el cambio progresivo del sistema de control y uso de la tierra y del agua como medios de producción.
El poder inca se esforzó en organizar coherentemente la relación social y económica de las poblaciones diversas que acabaron en su órbita, ya que era la única manera de alcanzar un Desarrollo económico y social sostenible en un territorio tan accidentado como los Andes. La sociedad inca se forjó en la integración de un conjunto de poblaciones heterogéneas, cada una con su propio pasado y específica forma organización social y económica. Esta integración respondió, por una parte, a una política de alianzas y pactos sustentada en el intercambio de bienes de prestigio y matrimonios entre la élite dirigente, pero por otra, naturalmente, en la coacción de una potencial intervención militar.
Cuando la negociación no daba los frutos requeridos se desencadenaba una decidida acción militar seguida de una dura política represiva. En cualquier caso, independientemente del modo en que las diferentes etnias entraron en la órbita del nuevo estado, el poder inca siempre consideró que podía disponer del potencial económico de los territorios y de la fuerza de trabajo de la población sometida. Aunque la dificultad del medio geográfico andino y la diversidad étnica de su población puso los límites a la acción organizadora de los incas, la documentación histórica permite afirmar que estos tuvieron siempre una idea precisa de los modos que debían ser aplicados en la organización del sistema; o al menos así se lo transmitieron a los cronistas españoles. Algunos de los aspectos que acabamos de comentar, podrían llevarnos equívocamente a una analogía con las propuestas de la revolución socialista que se teorizaron a finales del XIX y principios del XX: la organización estatal inca que permitió llevar a cabo la construcción de infraestructuras colectivas que facilitaron el aumento de las zonas de cultivo en los Andes, el almacenamiento de los excedentes y el desplazamiento a través de un vasto territorio de personas, bienes y servicios.
Además, si tenemos en cuenta el poder absoluto con el que gobernaba el Inca, la rígida jerarquización de la élite que administraba el sistema, la inexistencia de la propiedad privada de los medios de producción, la ausencia de una economía mercantil basada en el dinero o la discrecionalidad con la que se planificaba el trabajo colectivo de la población, se hace evidente porqué el modelo inca ha sido frecuentemente presentado como una forma de comunismo primitivo capaz de promover el desarrollo planificado de grupos humanos diversos pero complementarios en un extenso sistema territorial. Sin embargo, tanto la homogeneidad del Tawantinsuo como la rigidez estructural de su capital están siendo cuestionadas, ya que en esencia no corresponden ni son el reflejo de los resultados de las investigaciones antropológicas y etnohistóricas.
La visión idealizada de la cultura inca como una gran unidad guarda poca relación con la forma cómo las diferentes etnias fueron integradas en el Tawantinsuyu, integración que respondió a estrategias políticas, pautas económicas y momentos cronológicos muy diferentes. El resultado sería un sistema socio-económico flexible y asimétrico en la relación entre sus partes, donde la mayoría de los sistemas preexistentes se mantuvieron aunque otros, en cambio, fueron sustituidos por modelos más acordes al ideario inca. Al parecer, los incas debieron incorporar las tradiciones de las poblaciones sometidas como una estrategia de economía de medios, ya que se trata de culturas que en algunos casos, como en la costa, contaban con una historia milenaria.
Podemos afirmar que los gobernantes locales conservaron el dominio de su territorio y el liderazgo de sus comunidades, siempre y cuando mantuviesen una actitud receptiva a las demandas de reciprocidad que eran propuestas desde Cusco. El sistema andino tradicional de relación entre la elite exigía el intercambio de bienes y regalos. El Inca debía forzosamente mostrarse «generoso» si pretendía que estos aceptasen de buen grado sus demandas: en particular el control de los excedentes y aceptar el envío de trabajadores a lugares a veces muy lejanos. La expansión inca estuvo basada en un incremento de la capacidad productiva de los territorios integrados en el Tawantinsuyo.
Para ello fue necesario que la agresiva política militar estuviese compensada con una gestión racional de las capacidades de trabajo de las poblaciones y en la mejora de los sistemas agrarios. Los cronistas atribuyen a los incas las mejoras tecnológicas en la gestión del medio natural: ellos habrían canalizado los ríos, arroyos y manantiales para regar y drenar extensas andenerías y producir de este modo una agricultura mucho más productiva. La arqueología ha demostrado además que experimentaron con abonos, practicaron la rotación de cultivos, construyeron camellones para explotar las tierras inundables, actuaron como botánicos en la regeneración y mejora de algunas especies, en definitiva, supieron adecuar los cultivos a las condiciones que ofrecían los distintos nichos ecológicos. Los incas supieron aprovechar la complementariedad de los pisos ecológicos (archipiélago vertical) y reforzar los sistemas sociales basados en unidades productivas (ayllu, ayni y minca) pero integrados en un sistema centralizado.
Ello implicó el despliegue de un sofisticado sistema de almacenaje y redistribución (caminos, tambos y colcas), el desarrollo de instrumentos de cuenta y registro (yupanas y qhipus). Finalmente, la burocracia y la fuerza coactiva del ejército aportaron un sistema más seguro frente a las contingencias del clima variable de la región y las dificultades que podían generar alteraciones en la producción agraria y dificultar el aprovechamiento eficaz de la diversidad de recursos. En resumen, el Estado inca sólo fue posible a partir de una compleja organización del trabajo apoyada en la reorganización de los territorios atribuidos a los tradicionales grupos de parentesco (ayllus).
Naturalmente, ello fue realizado dejando la organización del trabajo y la distribución de los instrumentos de subsistencia en manos de las colectividades locales. En definitiva, el éxito inca se apoyó en la expansión del cultivo del maíz y en la construcción de terrazas y de canales. Naturalmente, esta visión no puede ignorar que todo ello sirvió en definitiva para que el grupo dominante (los incas de sangre y los incas de privilegio) arrancase mayores cuotas de producción a las distintas comunidades dominadas; en ocasiones, implicó el desplazamiento de trabajadores a lugares muy lejanos de su lugar tradicional de residencia. La dirección y el control centralizado del poder inca no dudaron en aplicar las medidas más duras para optimizar la capacidad de trabajo de la población del Tawantinsuyo, en primer lugar, en beneficio propio. Sin embargo, también fueron conscientes de que la continuidad del sistema sólo se lograría garantizando que todos los habitantes se benefi ciasen de estos progresos. El estado inca fue el primer interesado en garantizar la redistribución de los recursos estratégicos a gran escala. Una actitud que podemos reconocer en el complejo sistema de circulación de bienes y personas que fue el Qhapaq Ñan. No solamente estaba formado por una red de caminos bien mantenida por las comunidades locales, por la que circulaban inmensos rebaños de llamas transportando todo tipo de bienes, sino que además estaba equipado con establecimientos de parada (tambos), almacenes (collcas) y grandes salas de reunión (kallancas). A medida que se extendía el dominio inca a lo largo de la cordillera sabemos que se fueron reservando grandes extensiones de tierra y fuerza de trabajo en forma de mita o de yanas para formar establecimientos destinados a proveer el sistema estatal de todo tipo de productos. Los cronistas comentan que los sucesivos gobernantes “poseían” haciendas cultivadas por servidores directos, en particular, en los valles cercanos a la capital, escenario de la primera expansión; este es el caso de Tipón, Ollantaytambo o probablemente la misma Machu Picchu.
La posesión era establecida inicialmente por el propio Inca durante su gobierno, pero a su muerte era su ayllu quien gestionaba la hacienda y sus trabajadores en nombre de su momia viviente. Los grupos de sangre inca se reservaron el control de las mejores tierras en el núcleo originario del Tawantinsuyo: el valle del Cusco y la región circundante. En muchos casos, tuvieron que compartir estas tierras con los dioses del panteón inca, (en particular Inti, el Sol); también en estas tierras se encontraban las huacas y las tierras reservadas al mantenimiento de su culto. En realidad, los ayllus se hacían responsables del mantenimiento de los cultos y para ello se les asignaban una fuerza de trabajo no-inca para trabajarlas. La rigidez de las estructuras sociales y la tradición del trabajo comunal en la región andina permitió a los primeros gobernantes organizar el corazón territorial del estado en torno a una ciudad capital de tal modo que los cuatro suyus pudiesen ser presentados como una prolongación ramificada de este centro. A lo largo de los cuatro caminos que partían desde el Cusco se reservaron tierras y establecimientos en los que servidores directos (yana) o bien la población local, en régimen de trabajo comunal obligatorio, producían bienes al servicio del Estado.
En otras ocasiones era fuerza de trabajo formada por la población desplazada desde su lugar de origen (mita) la que cultivaba las tierras estatales distribuidas a lo largo y ancho del Tawantinsuyo. Durante el proceso de la expansión inca surgiría la necesidad de la creación de centros administrativos como ya lo había hecho 500 años atrás la cultura Wari. Estos centros se convertirían en puntos intermedios entre las regiones y el poder central del Cusco, lo que garantizaba lealtades políticas y el cumplimiento de los compromisos económicos. En casos como el de la ciudad administrativa de Huanuco Pampa, el gran espacio central de la ciudad no parece que tuviera un papel militar de importancia. Este espacio de 500×350 m. podía reunir un gran número de personas en celebraciones especiales, tanto aquellos que representaban el poder inca como aquellos pueblos que hacían parte de la estructura sociopolítica y vivían en el radio de influencia de la ciudad administrativa.
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Al igual que con todos nuestros viajes, cada grupo es diferente, pero el grupo «promedio» consta de aproximadamente la mitad de parejas y la mitad de personas que viajan solas, todos compartiendo la pasión por explorar el mundo a pie. Siempre tendréis a alguien que os haga compañía en el camino, pero no siempre tenéis que caminar juntos. Siempre que sea posible, su líder Andean Great Treks permitirá que todos caminen a su propio ritmo, reagrupándose regularmente a lo largo de la ruta.
Como muchos otros países en destinos en desarrollo, la belleza y la singularidad de la región se ven contrarrestadas por la desigualdad y la falta de inversión. Esto ha llevado a que las tasas de criminalidad (principalmente robos y estafas) no sean infrecuentes en las ciudades más grandes. Sabemos que esto no suena muy atractivo, pero es importante mencionarlo de todos modos. Los visitantes más experimentados y que han viajado mucho lo entenderán bien y no se preocuparán demasiado. Sin embargo, dicho esto, es nuestro deber cuidar de usted durante su visita. Por eso te presentamos aquí algunas recomendaciones para estar más seguro. Evite caminar solo de noche en calles vacías. ¡No hagas alarde de objetos de valor! Si vas a dar un paseo o vas en transporte público, sé sensato y evita mostrar artículos caros como relojes y joyas caras. ¡Cuidado con los carteristas! No dejes tus maletas en ningún lugar que no parezca seguro y asegúrate de llevarlas contigo.
Soroche, o mal de montaña, es una realidad para la mayoría de las personas que llegan a Cusco en avión desde el nivel del mar y debe ser tratado con respeto. Es vital tomarlo con calma, no comer ni beber mucho al llegar, incluso dormir todo el día para ayudar a la aclimatación (el mate de coca es un buen remedio local). Después de tres días a esta altura, la mayoría de las personas se han adaptado lo suficiente como para hacer caminatas moderadas a altitudes similares o menores. Cualquiera que esté considerando escalar las principales montañas alrededor de Cusco necesitará tiempo para adaptarse nuevamente a sus campamentos base más altos.
Si tiene problemas de salud relacionados con la altitud, muchos hoteles y restaurantes tienen cilindros de oxígeno para ayudarlo; alternativamente, para casos graves, intente llamar a cualquiera de las clínicas que hay en Cusco, la mayoría cuentan con personal que habla inglés, para una mayor facilidad en su atención se recomienda contar con un seguro de viaje que cubra los gastos médicos.
Los vuelos internacionales a la ciudad capital de Lima son abundantes, pero una vez allí, debe encontrar un camino a Cusco, que está a unos 1100 km (684 millas) de distancia. La forma más rápida de llegar a Cusco desde Lima es volar, se tarda unos 55 minutos. No recomiendo viajar en autobús porque tarda unas 24 horas, hazlo solo si tienes la intención de hacer una pausa en el camino para visitar otros lugares.
No se recomienda alquilar un auto para viajar de Lima a Cusco. Los caminos son accidentados y podrías perderte o enfrentarte a uno de los otros peligros que conlleva viajar en un territorio desconocido.
La forma más fácil de explorar el Valle Sagrado desde Cusco es en una visita guiada de día completo que lo recoge y lo deja en su hotel. El mercado de Pisac y las ruinas incas de Ollantaytambo son las paradas principales, aunque los viajeros con más tiempo libre encontrarán mucho más para ver y hacer. También es posible tomar un autobús local o un taxi hacia el Valle Sagrado y hacer una exploración independiente.
Rainbow Mountain, o Vinicunca como la conocen los lugareños, se ha convertido en una caminata popular en la región de Cusco. Es posible visitar Rainbow Mountain en un día (muy largo) desde Cusco o puede dividir el viaje en un itinerario de dos días. Si bien la caminata no es muy difícil y no tiene muchas pendientes pronunciadas, Vinicunca se encuentra en una región de gran altura (la parte más alta del sendero es de 17 060 pies o 5200 m) y debe dedicar tiempo a aclimatarse antes de comenzar la caminata.
No tenemos miedo de decir que Cusco es un lugar donde todo viajero termina al menos una vez durante su viaje por Perú, y es difícil saber cuál es la duración adecuada de la estadía.
Si su razón principal para visitar Cusco es llegar a Machu Picchu, aún debe pasar aquí al menos dos días para aclimatarse (a pesar de que Machu Picchu está a una altura más baja que Cusco, algunas personas todavía sufren de mal de altura), y durante este tiempo puede explorar la ciudad y el Valle Sagrado.
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