Las Líneas de Nazca se ubican a 450 kilómetros al sur de Lima, en el departamento de Ica. Debido a sus numerosos atractivos, es una ciudad con mucha actividad turística, con visitantes provenientes de distintas ciudades del país así como del extranjero.
Mucho de lo que sabemos sobre estas líneas se lo debemos a Maria Reiche Newman (1903-1998), una arqueóloga y matemática alemana, nacionalizada peruana, que dedicó su vida entera a conservar, investigar y dar a conocer al mundo los enormes geoglifos, convertidos hoy en día en uno de los principales atractivos de nuestro país. Por ello, cerca a las líneas encontrarás la Casa Museo que lleva su nombre, donde explica parte de su investigación.
Desde la época de la conquista hay referencias a este patrimonio cultural.
En 1547, el conquistador español Pedro Cieza de León, dio algunas señales sobre la existencia de los geoglifos. Más adelante se les catalogó como carreteras. Luego, en 1932, después de varios avistamientos por pilotos comerciales y militares, el arqueólogo Julio César Tello las consideró carreteras sagradas.
Desde ese entonces, las líneas apasionaron a científicos como Toribio Mejía Xesspe, John Rowe, Max Uhle, Paul Kosok y su compañera alemana María Reiche Neumann. Los trabajos de Kosok y Reiche determinaron la antigüedad de las líneas y el antropólogo las consideró el calendario más viejo con mayor escala mundial.
María Reiche Neumann dedicó toda su vida a estudiar estos geoglifos, dando las primeras explicaciones sobre sus propósitos, difundiendo el legado de esta cultura.
Sobre el significado de estas líneas se ha dicho mucho. Para algunos es una forma de comunicarse con los dioses, mientras que para otros son caminos sagrados o lugares de encuentro. También, pueden ser una muestra de adoración a ciertas montañas.
Los geoglifos tienen forma de mono, colibrí, araña, algunos seres fantásticos, figuras geométricas, entre otros; y, para la estudiosa María Reiche, eran parte de un calendario astrológico que buscaba representar el movimiento de los astros.
Para la Historiadora María Rostworowski se trata de un árbol genealógico para el dios Kon. Éste se encargaría de dejarles agua a las culturas Nazca y Paracas. Su relación con el agua también es señalada por los Hidrólogos, ya que mencionan una conexión entre los depósitos de agua subterránea, encontrados cerca del lugar, y las líneas.
Existen hipótesis que indican que estos eran lugares de sacrificio o un inmenso telar. También hay indicios de que eran caminos sagrados de comunicación entre templos o pistas de aterrizaje para extraterrestres.
Las Líneas de Nazca fueron creadas durante la época de la Cultura Nazca, quienes abarcaron este territorio entre los años 200 a.C y 700 d.C. Están compuestas por varios de figuras geométricas, fitomorfas (forma de plantas o vegetales) y de animales.
Son justo estas últimas las líneas gigantescas más llamativas (algunas de hasta casi 300 metros de longitud), como las que forman la figura de un lagarto, un mono con cola en espiral, un cóndor, un colibrí, una araña y hasta la de un hombre que parece un astronauta.
Cualquier época del año es buena para visitar las líneas de Nazca, aunque a veces pueden ocurrir imprevistos como tormentas de arena que puedan ocultar las figuras a la vista o problemas que dificultan o retrasan el vuelo.
Si no te gusta volar o quieres complementar tu vuelo sobre las líneas de Nazca con una visita más cercana, puedes subir a los miradores.
Desde la ciudad hay un bus que recorre la carretera en dirección a dos miradores. Puedes bajarte en el más popular de todos, que consiste en una torre a la que puedes subir por 7 soles y contemplar bien cerca las figuras de las manos y el árbol.
Luego puedes caminar unos 15 minutos hasta el segundo mirador. Desde allí no se observan más figuras, pero puedes ver una impresionante vista del valle desde el que se proyectan varias líneas y formas trapezoidales cruzándose entre ellas, formando así una curiosa red de líneas infinitas.
El mismo bus o un taxi puede llevarte hasta la casa de Maria Reiche. Esta investigadora alemana dedicó toda su vida al estudio de las líneas de Nazca y luchó para que tuvieran la protección y conservación que se merecen. Su casa es ahora un museo en el que se puede conocer cómo vivía y su método para estudiar las líneas.
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